Los juegos han acabado con eso. Sigo teniendo la esperanza de que, con
el tiempo, volvamos a sentirnos cómodos, pero parte de mi sabe que no servirá
de nada. No hay vuelta atrás.
– Naranja.
- ¿Naranja? ¿Cómo el pelo de Effie?
- Un poco mas
apagado. Mas como… una puesta de sol.
Después de lo que pasamos juntos en la arena, ¿ni siquiera merezco
que me cuentes la verdad?
Una chispa podría bastar para que todo ardiera.
– Peeta, ¿Por qué nunca se cuando tienes una pesadilla?
- Ni idea.
Creo que yo no grito, ni me muevo, ni nada. Simplemente me despierto paralizado
de terror.
- Deberías despertarme – le digo, porque yo interrumpo su sueño
dos o tres veces cuando tengo una noche mala hasta que logra calmarme de nuevo.
- No hace falta, mis pesadillas suelen ser sobre perderte, así que se me pasa
cuando me doy cuenta de que estas a mi lado.
– Si que creo que estas loca y, a pesar de ello, me voy contigo.
Si yo fuese la encargada, los analgésicos desaparecerían en un día,
porque me cuesta soportar el sufrimiento de los demás.
Ya has visto como se ponen todos cuando ven sufrir a la gente que
aman.
– Ni viviendo cien vidas llegarías a merecerte a ese chico. Lo
sabes, ¿no?
Hago lo que puedo, los libero como si fuesen pájaros en una jaula
cuya puerta vuelvo a cerrar para evitar que regresen.
- ¿Quieres un azucarillo? – pregunta, ofreciéndome la mano, que esta
llena de ellos. – Se supone que son para los caballos, pero ¿a quien le
importa? Tienen muchos años para comer azúcar, mientras que tu y yo… Bueno, si
vemos algo dulce, lo mejor es aprovecharlo.
Quizá sea demasiado guapo o
demasiado fácil de obtener; o quizás, simplemente, sea demasiado fácil
perderlo.
Para demostrarles que soy algo mas que una pieza de sus juegos.
Solo quiero pasar cada minuto del resto de mis días contigo.
Como me resulta tan horrible pensar en ello, mi cabeza intenta
cambiar de tema con todas sus fuerzas, aunque lo único que me distrae de mi
situación actual es fantasear sobre asesinar al presidente Snow. No son unas fantasías demasiado bonitas para una chica de diecisiete años, supongo, pero yo las
disfruto mucho.
En cualquier caso, dejo de luchar con Finnick y, como la noche de la
niebla, huyo de lo que no es posible vencer, de lo que solo puede hacerme daño,
solo que esta vez es mi corazón y no mi cuerpo lo que se desintegra.
Era un truco, Katniss, un truco horrible, pero solo pueden hacernos
daño a nosotros. Nosotros estamos en los juegos, no ellos.
– Porque no quiero que olvides lo distintas que son nuestras
circunstancias. Si mueres y yo vivo, no quedara nada para mi en el Distrito 12.
Tu lo eres todo para mi – me dice. – Nunca volvería a ser feliz. – Empiezo a
protestar y el me pone un dedo en los labios. – Para ti es diferente. No digo
que no sea duro, pero hay otras personas que harán que tu vida merezca la pena.
En vez de satisfacerme, los besos tienen un efecto contrario,
aumentan la necesidad. Creía que era una experta en hambre, pero se trata de un
hambre completamente distinto.
La belleza que surgía del dolor.
El cañonazo me detiene en seco: alguien ha muerto. Se que todo el
mundo corriendo por ahí armado y asustado podría ser cualquiera, pero, sea
quien sea, creo que esta muerte disparara una especie de guerra. La gente
matara primero y preguntara por sus motivos después. Me obligo a correr.
Recuerda quien es
el verdadero enemigo